Chile, China y el Multiculturalismo


Chile, China y el Multiculturalismo

El día lunes 15 de abril la Presidenta Bachelet, en el marco de su gira por China, entregó una señal de apoyo a dicho gobierno, al expresar que el Estado de Chile "se adhiere firmemente a la política de una sola china”, respetando la soberanía e integridad territorial, reconociendo que Taiwán y Tíbet son parte integrante de dicho país.

Estas declaraciones dejan clara la postura del gobierno chileno en relación a la cuestionada situación interna de China frente a la evidente violación de derechos humanos, en particular, los problemas de violencia en el Tíbet.

Esto, evidentemente se contrasta con el anuncio efectuado hace unos días en nuestro país con respecto a los avances y nuevas definiciones de la política Indígena que, con el lema “Re-conocer: Pacto social por la multiculturalidad”, busca asumir un compromiso de Estado frente a los acuerdos alcanzados durante los últimos años, en particular, con la futura ratificación (esperemos sin “declaración interpretativa” alguna que restringa el alcance jurídico original) del Convenio 169 de la OIT sobre “Pueblos indígenas y Tribales en países independientes”. Es indudable que una de las grandes falencias de los gobiernos de la concertación ha sido la manera de abordar el tema indígena, esto evidenciado últimamente por huelgas de hambre y la reciente muerte de Matías Catrileo.

Son estos dos contrastes -el apoyo a las políticas practicadas por el gobierno Chino versus el anuncio interno de multiculturalidad en Chile- los cuales evidencian una posición poco clara del Estado chileno a la hora de asumir responsabilidades dentro como fuera de nuestro país. Contrastes que, aunque suene ilógico, se asemejan y se confunden.

Por un lado, en relación con el reconocimiento del multiculturalismo, existe un proyecto de reforma constitucional presentado por el ejecutivo el 23 de noviembre del 2007, proyecto el cual agrega un nuevo inciso al articulo 3° de nuestra Carta Fundamental, señalando que “La nación chilena es multicultural”. Además se agrega que “el Estado reconoce, tanto la existencia de los pueblos indígenas que habitan el territorio, como el derecho de los pueblos, comunidades y personas indígenas a conservar, desarrollar y fortalecer su identidad, idiomas, instituciones y tradiciones sociales y culturales”.

Pareciera que la política del ejecutivo es justamente mantener la unidad de la nación, reconociendo la diversidad cultural de la misma. Y digo “pareciera”, pues se produce una contradicción entre los conceptos de Estado-Nación y Multiculturalidad, lo que trae como consecuencia inevitable, querámoslo o no, ya sea de forma conciente por un desear político o de forma inconciente por un desconocimiento, la asimilación de las culturas indígenas al grupo dominante criado bajo el alero de un Estado-Nación. ¿Qué es lo que quiere realmente el gobierno? O de otra forma ¿Acaso tiene claro lo que quiere?

A pesar de ello, supongamos que el verdadero fin de todo esto, es el efectivo reconocimiento al multiculturalismo a fin de cumplir con las tres implicancias que conllevan a ser un Estado Multicultural[1] ( Repudio a la idea que el Estado es propiedad de un solo grupo nacional; repudio a las políticas de construcción de una nación tendientes a asimilar o excluir a miembros de minorías o grupos no dominantes y el reconocimiento de la injusticia inferida a los grupos minoritarios o no dominantes a través de políticas de exclusión o asimilación ofreciendo algún resarcimiento). Entonces, pareciera incoherente y por tanto inconsecuente que nuestra Jefa de Estado avale actos que vayan en contra de los principios que se pretenden aplicar en nuestro ordenamiento jurídico. Pues, el reconocimiento de “una sola China” como un Estado-Nación unitario y homogéneo –antítesis de un Estado multicultural como bien señala Will Kymlicka- demuestra la clásica política de asimilación forzada del grupo dominante, y en este caso particular, China sobre el Tibet.

La “teoría de la modernización” –siguiendo a Stavenhagen[2]- nos indica que los países para alcanzar el bienestar económico cambian sus instituciones y valores tradicionales para adecuarse al modelo occidental, siendo la situación en China, con las evidentes violaciones a los Derechos Humanos, un clarísimo ejemplo de ello. Y al parecer nuestro país se encuentra caminando por le mismo sendero.

Es de esperar que el “apoyo diplomático” expresado por nuestra Jefa de Estado haya sido solo un “lapsus” y no se vuelva a repetir, pues es clara evidencia de un doble discurso, el cual podría traer como consecuencia el desmedro de las nuevas políticas indígenas que se pretende llevar el a cabo en este “segundo tiempo de su gobierno”, quedando dichas políticas expresadas como simples declaraciones de buena voluntad, pero que en la practica serán imposibles de llevar a cabo.

No cabe mas que concluir, que la actitud presentada por nuestra Mandataria se debe a la necesidad imperiosa de tener “buenas relaciones” con una potencia que tiene un crecimiento de un 9% (EEUU, Japón y Unión Europea no superan el 1,5%) siendo la segunda economía mundial con el 11% del PIB (EEUU representa el 21%, mientras que Chile el 0,3% del PIB mundial) y como señala Alfredo Ovalle, presidente del CPC, para una adecuada inserción internacional de Chile, la alianza con China aparece como un elemento central. Todo esto en menoscabo -citando nuevamente a Stavenhagen- de la lealtad al pueblo y la comunidad tribal y religiosa y a su grupo étnico. Y para que mencionar los principios, directrices, políticas y compromisos olvidados en pos de seguir creciendo económicamente.

Por todo lo anteriormente señalado, es cuestionable la posición chilena de apoyo a este gigante económico, situación solo comparable con el estudiante que evita entrar en conflicto con el profesor por miedo de salir reprobado en el examen de final de año.


Gustavo Fuentes Gajardo
Abril 2008.

Artículo publicado en: http://www.valdivianoticias.cl/info.asp?Ob=1&Id=18254



[1] Kymlicka, Will, Multiculturalismo, Dialogo Político 2, 2007, pp 13-14.
[2] Stavenhagen, Rodolfo, La Cuestión étnica, El Colegio de México, DF., 2001, p. 31.

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